domingo, 20 de julio de 2014

Capítulo 3 - Parte 2

Capítulo 3
Caminos inesperados


Parte 2
Adiaŭ Fajro



Por Coco

Alllington era una enorme extensión de valles rodeados por una cadena de montañas que la separaban del resto de las provincias. Si cada provincia tenía sus propias peculiaridades, Allington podía -y sin duda lo hacía- presumir de ser la más distintiva de entre todas. Alejados del resto, acostumbrados a su propia forma de hacer las cosas, sus habitantes no solían simpatizar con los capitalinos, aunque el Rey fuera un Strigo. Incluso, algunas de las tradiciones más arraigadas en el reino tenían un cariz diferente en Allington. Era el único lugar del reino que aun celebraba la Fiesta Mayor a final del invierno, tan férreo a sus tradiciones, nunca aceptó la celebración previa que hacía más de dos siglos había adoptado el resto de regiones. La festividad del año nuevo se adecuaba al calendario de los primeros hombres y no al del Continente, así que aun cuando podía celebrarse alguna fiesta a finales de diciembre, la verdadera celebración era en marzo, al final de la cosecha del trigo. Las bodas, los nacimientos y las muertes tenía un componente de espiritualidad propia de la región y se acompañaban de celebraciones de fuego que ninguna otra región del reino compartía. Para muchos visitar Allington era casi como ir a otro país.


Durante años, la base de la economía había dependido del trigo que se producía en la región y durante esos mismos años el Rey se había habituado a elevar continuamente los impuestos; una medida que le agenciaba más repudio que aprecio. Corduas era la magnífica ciudad que se alzaba en Allington, era un sitio de tradición histórica con hermosas casas pintadas de blanco y cúpulas acebolladas, tan distintas a las cúspides y lo pintoresco del resto del reino. Era como si un trozo del pasado estuviera encallado en la modernidad. Corduas, además era la sede principal del Tritiko, lugar en el que se desarrollaban las principales transacciones comerciales del trigo. Hasta este punto llegaban comerciantes de todo el Continente para hacerse y negociar con las futuras cosechas y desde ahí se jugaba con la economía del reino; aunque el mercado principal estuviera en la capital, y los grandes muelles en el Gran Ducado de los Macfadyen. El puerto era muy pequeño y no tenía comparación con el de la Capital, pero era más que suficiente para despachar el comercio de trigo al resto del reino y al Continente mismo. Nicholas había iniciado un proceso de modernización del puerto  que lo volvía funcional, a pesar de su tamaño; era el mismo proyecto que pretendía implementar en la Capital con la ayuda de Lord Macfadyen.


Además del trigo, Allington presumía de criar a los mejores caballos del continente. Firepark, la enorme propiedad de los Strigo y cede del Gran Ducado, durante cientos de años se había distinguido por su crianza y en las casas de todas las familias importantes debía haber por lo menos uno de sus animales. Las razas que se criaban dependían del gusto y peculiaridades de los criadores, pero la fama se la habían ganado por sus caballos árabes y los hannoverianos. En Firepark además se criaba a su propia raza, los firehorse; descendientes directos, todos, de un magnífico semental árabe que fue llevado trescientos años atrás y cuya vitalidad, fuerza e inteligencia se replicaban en sus descendientes. Se les consideraba una posesión que confería status y se vendían a precios exorbitantes. Durante muchos años el semental que montaba el Rey había sido proporcionado por las caballerizas de Firepark, un firehorse, el mejor animal del reino. Pero con las negociaciones de paz, Frederick había aceptado un purasangre inglés, lo que detonó el desencanto de los habitantes de Allington.

Nicholas se reservó para si mismo el impresionante semental negro que se había elegido para el Rey y lo llamó Vindic. Un año antes de su muerte, en ocasión de la última visita real a Firepark, se organizó una carrera en honor del Rey y Vindic arrasó con sus competidores. El pueblo celebró la victoria, quizá en demasía. Resultaba apenas natural que lo vieran como una victoria sobre el resto de provincias y sobre la mismísima Capital. Frederick no entendía porque siendo un Strigo, los vasallos de Firepark no terminaban de aceptarlo. No había una sola respuesta, pero el orgullo de los lugareños por sus raíces era grande. Frederick había nacido en la Capital, Nicholas en la Piedra de Fuego, el corazón mismo de Firepark. El rey había crecido y vivido en la Capital y era muy poco lo que visitaba Allington. La boda del Rey, como debía ser, se realizó en la Capital, con una celebración que retomó las costumbres de Compton y las de su esposa inglesa; inclusive la ceremonia del fuego, propia de los Strigo, había sido un evento menor en las celebraciones. Si todo eso fuera poco, de sus hijos, solamente Carîtas había nacido en Firepark. Nicholas había crecido en el valle, conocía a cada uno de sus súbditos y a sus familias, pasaba la mitad del tiempo en Firepark y aunque se había casado con una inglesa, la llevó a la Piedra de Fuego y celebró por todo lo alto la bendición del fuego con el pueblo que lo reconocía como Señor. Además, su joven y bonita esposa pronto se habituó por completo a las costumbres del lugar, al punto que muchos olvidaban que era inglesa.


Ese día, la viuda de Nicholas entraba en Firepark a lomos de Vindic, y el pueblo, que la había aceptado como una de ellos, le abría paso para dar inicio a la conmemoración de fuego con las que se habría de despedir a su Señor.  La noticia de la muerte se había esparcido por todo el reino, en Allington habían esperado verlo entrar y confirmar que era un rumor, pero de Firepark mismo llegaba la noticia. Poco a poco los súbditos llegaban de todos los rincones del Valle para el último honor del amo de Firepark.

Durante el Adiaŭ Fajro, se rendía honor y se pedía por la paz del espíritu de quien moría, purificando su cuerpo con el fuego y ofrendas de trigo. Una semana ardería la pira en la que se depositaría el cuerpo de Nicholas. Cada familia, desde las más importantes a las de los desposeídos, depositarían un puñado de trigo para purificar su espíritu y prepararlo para la vida después de la muerte. En cada casa se había colocado una lámpara que no debía apagarse para que el espíritu encontrara su camino. Sin importar la cuna de quien moría, al centro de la ciudad se encendía una hoguera y el pueblo mismo cuidaba de ella. Cuando el muerto pertenecía a una familia poderosa, iluminaban el camino de su casa al camino más cercano. Si el muerto era el Señor de Firepark se iluminaba todo el camino que lo llevaba a casa.

Elle, en compañía de los hijos del Rey, encabezaba la procesión y podía ver como aumentaban las lámparas en el camino; no sólo las que llevaban el escudo de los Strigo. Entre ellas se encontraban las más variopintas, algunas hechas de latón, otras improvisadas en vasijas y otras más con suntuosas insignias. Un reflejo vibrante procedía de todos los puntos. ¡Tantas eran las casas y caminos iluminados con el fuego de Allington! Los historiadores habrían de concordar en que pocos Señores de Firepark fueron más respetados y amados que Nicholas, pocas celebraciones de fuego tan impresionantes como la de su Adiaŭ Fajro y pocas cenizas de trigo más abundantes que las que resultaron de las ofrendas que se ofrecieron en su memoria.
El pueblo entero acudió a hacer su ofrenda y cada uno estrechó entre sus manos, las de la viuda de Nicholas Strigo. Alguno de los herederos de la corona la acompañaba en todo momento, para los habitantes de Allington resultaba extraño estar en su presencia, aunque agradecieron su gesto. La altiva y callada presencia del príncipe heredero resultaba intimidante y desafiante, pero incluso Ferdinand estrechaba sus manos y sonreía con regia presencia; no podría decirse que se había ganado a los más reticentes de sus súbditos, pero sin duda era mayor su aceptación que la del propio Rey. Hatty reflejaba tan desgarrador dolor y sus hermosos ojos estaban tan llenos de tristeza que era imposible que no intentaran suavizar sus penas, pero era difícil relacionarse con ella en el breve instante en que aceptaba las condolencias del pueblo. Estaba tan habituada a las formalidades de Palacio y a las maneras de la Capital, que la ruda franqueza y formas menos rígidas la hacían sentir incómoda. Cari, en cambio, recibió la fraternal bienvenida reservada a los nacidos en la Piedra de Fuego. La relajada forma en la que la menor de los hijos de Frederick se comportaba, la poco apropiada conducta de la joven en el estricto protocolo de Palacio, resultaba refrescante en Firepark. Cari siempre se había sentido parte de ese lugar, en vida de su abuela pasó más tiempo en la Piedra de Fuego que en Palacio y luego de su muerte había acompañado a su tío a Firepark cada vez que había querido.

Representantes de todas las grandes casas llegaron en el transcurso de la semana a Firepark, los Di Franco habían acompañado y permanecerían hasta el final de la celebración. La ausencia más significativa había sido la de Lord Macfadyen, las importantes negociaciones en la capital hacían imposible que viajara en esos momentos. En su representación habían asistido su madre y hermano menor; habían llegado desde Italia, pero tan solo un par de días. Una sucesión interminable estrechó la mano de la joven viuda y se despidió de Nicholas. Al finalizar la semana, una triste calma se apoderó de Firepark, los foráneos, o la mayoría de ellos, regresaron a sus lugares de origen y Allington regresó a su ritmo habitual.

Los príncipes y los Di Franco pasarían un par de semanas en compañía de La Duquesa antes de regresar a Firepark. Elle, en cambio, necesitaba poner en orden todos los negocios, mientras ostentara el título de Duquesa de Firepark era la cabeza del lugar. Afortunadamente Nicholas era muy prolijo en sus negocios y tanto él como La Duquesa contaban con personas de su absoluta confianza en quienes delegar responsabilidades. Para Elle, demandaba especial atención la cría de caballos, el mayor orgullo de Nicholas y por lo mismo una de sus prioridades; delegó por completo la responsabilidad en Jamie, el joven que se había hecho cargo de la crianza desde años atrás. Pero era solo uno de los temas que debía afrontar antes de regresar a la Capital.

La ausencia de un heredero implicaba que uno de los hijos del Rey retomaría tarde o temprano el Gran Ducado, si era una de las princesas la situación sin duda sería complicada. ¿Realmente podía la Piedra de Fuego dejar de ser la casa de un Strigo? ¿Sería capaz de hacer algo como eso el Rey? ¿Aceptaría el pueblo a cualquier Señor? Por el momento la aceptaban a ella y se esforzaba por cumplir sus expectativas, necesitaba tenerlos de su parte.

Elle estaba consiente de la inquietud en Allington, también de cómo negociaba Frederick y de las ambiciones que lo motivaban; Firepark era una valiosa pieza con la que negociar si era necesario. También estaban sus obligaciones con La Orden, las variaciones de la cosecha, el Tritiko y su papel en la economía del Continente volvían imperiosa su presencia en Piedra de Fuego. La noche de la muerte de Nicholas se había reunido con el Jefe de La Orden y muchas de sus instrucciones habían sido modificadas. Para La Orden, Fiperpark era una pieza más en el tablero de ajedrez que había jugado durante años. En ese entonces, que Elle estuviera a cargo de todo era conveniente, pero podía dejar de serlo en cualquier instante. ¿Qué haría ella llegado el momento?
Había otro tema que la retenía en Piedra de Fuego, el mismo que Nicholas había tenido en su visita semanas atrás y que quería discutir con Frederick en el baile. “El Rey... ¿Habrá hablado con el Rey sobre ella?... ¡¿Ella?!”. La sombra de una duda cruzó la mente de Elle, el azul de sus ojos ante la luz del fuego desprendía un oscuro reflejo violeta, cerró los ojos y repitió con tenue voz su juramento.

4 comentarios:

  1. Genial Coco!. El sistema económico lo has reflejado y desmenuzado perfectamente, el trigo da poder, riqueza, la crianza de caballos ya, como que es un rasgo distintivo, y el elegir a una raza u otra para el rey está a punto de convertirse en un detonante. Me ha gustado mucho la descripción del rito fúnebre, el trigo y el fuego, el camino de antorchas, la pira permanente durante una semana, me recuerda a las magias que se hacían por aquí, casi veo un druida aparecer en cualquier momento...Que Nicholas encuentre el camino, que Elle tenga suerte!! Enhorabuena por otro capítulo tan lleno de detalles y gracias por compartirlo!!
    Besotes!!! :)

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    1. Gracias por pasar y leernos! Este es un regalo que me quería hacer, si pudiera materializar todas las ideas que rondan en mi cabeza de una sola vez jaja, a falta de eso le robo ratitos a los días. El rito fúnebre tiene mucho de eso místico de las tradiciones milenarias y yo también casi veía a un druida por ahí =)

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  2. Me gustó mucho la parte de la cría de caballos y el asunto de la economía, muy interesante.
    Por otro lado no puedo evitar sentir pena por Elle, que momentos tan duros está pasando y lo peor que nada está claro aún. Hermosa la despedida que le dieron al duque, imagino esto en una serie y vuela mi imaginación jeje. Saludos y gracias por el capítulo Coco.

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    1. Gracias a ti por estar siempre apoyándonos. Elle se las va a ver más negras todavía, con la pobre nos ensañamos... por eso le venía haciendo falta luz ;)

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